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jueves, 24 de septiembre de 2009

Una semana


Lentamente transcurre otra semana y mi situación sigue como hasta ahora. Bueno, no ha habido cambios por lo que a la Administración se refiere, pero puedo sentirme contenta por las consecuencias de la creación de este blog. Gracias a su inclusión en diversas listas de correo he contactado con gente muy valiosa, como con un abogado ciego que me está asesorando o una pianista, también ciega, que se plantea opositar al Conservatorio. ¡Oh, le deseo lo mejor! Es una persona increíblemente culta y muy preparada.
También he reavivado un antiguo contacto; se trata de una señora muy inteligente a la que conocí en un foro de alemanes que hablan o estudian español y españoles que se ocupan de la lengua de Goethe. Toda esta gente me ha brindado su apoyo incondicional y yo lo agradezco y lo hago constar aquí. Mis amigos siguen transmitiéndome el máximo afecto y mi familia es maravillosa, así que no estoy sola. Si no contara con todo esto, me habría derrumbado ya hace tiempo y carecería de fuerzas para, por ejemplo, centrarme en el blog. Pido disculpas por la mala redacción de los dos primeros mensajes, mas los escribí entre lágrimas. Sí, lo confieso: soy demasiado impulsiva. El jueves (¡vaya, mi cuaderno beligerante ya tiene una semana!) me invadió una desesperación tal que me dije: "He de darle cauce, he de desahogarme, tengo que hacer algo...". Y esto fue lo primero que se me pasó por la cabeza; como había aprendido poco tiempo antes a crear blogs motivada por el Tölzer Knabenchor...
Esto es mejor que ir a los medios de comunicación: puedo escribir con total libertad sin implicaciones demasiado grandes, sin que la cosa se me escape de las manos. Claro que lo contemplo como posibilidad, pero no para ahora. Confieso que cuando me llamaron de la Asesoría Médica diciendo que no aceptaban mi alta me dieron ganas de denunciar al inspector. Tal cosa es ilegal, o al menos yo lo creo así. La comunicación que me hicieron fue telefónica y un mes después me llamaron para obligarme a presentar partes de baja que fuesen continuación del último que ellos dieron por válido; con eso borraban la prueba de la no aceptación de mi alta. Insisto: me hicieron ambas notificaciones por teléfono. ¡Oh, qué mal lo pasé tras aquella primera llamada! Cuando colgué el auricular tenía la boca seca y me temblaban las manos. Pero apartemos recuerdos dañinos. Tal vez me calme evocando algún momento de felicidad, de los tantísimos que he vivido. Sí, soy una persona feliz: me paso el día riendo, cantando... Lo que ocurre es que ahora no me dejan, mas aun en este periodo de injusticias e incertidumbre trato de aferrarme a lo positivo y rebusco hasta hallar lo hermoso de cada cosa. Como indicaba al principio, los siete días transcurridos han resultado fructíferos y ahora puedo afirmar que la creación de este blog, que nació de una rabieta, no ha sido tan inútil como yo imaginaba.
Para consolarme musicalmente pedí ayuda a los Pequeños Conciertos Espirituales de Heinrich Schütz, con mis niños de Tölz, por supuesto. He de dar asimismo las gracias a Radio Clásica, que me acompaña diariamente.
Mañana iré a recoger mi título de Traducción. ¡Oh, cómo cambian las perspectivas! Cuando comencé a estudiar en la Universidad imaginaba que el ser licenciada era algo muy importante: todo un honor, un privilegio, una garantía de cultura y trabajo. ¿Quién iba a decir entonces a esa soñadora de 17 años que sus dos titulaciones superiores y su carrera administrativa no supondrían un freno para los propósitos de cierto inspector médico de la Administración cuyo único deseo consistiría en retirarla de la vida activa? No: esa utópica joven no se lo habría creído.
Cierro por el momento. Prometo manteneros informados y os agradezco vuestra paciencia.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Reflexiones


Esta bitácora tiene menos de tres días de vida; comienza ahora a dar sus primeros tímidos, inseguros pasos por los motores de búsqueda. Sin embargo, vuestro apoyo y vuestro calor humano se han hecho ya patentes. Por eso quería escribir y deciros que en atención a vosotros y alentada por el ánimo que me transmitís no cerraré este diario. Además he de contar el final, que espero que sea bueno; y si es malo, con más motivo precisaré denunciarlo.
La única novedad por el momento es que un señor de la Consejería de Educación pensaba que yo había optado voluntariamente a la incapacidad, que quería jubilarme. Tal vez lo hayan engañado. Esto es el colmo: me hacen barbaridades y se da la imagen de que soy yo quien las busca. Albergo la esperanza de que algunas de las buenas personas que trabajan en nuestra administración educativa (porque las hay, sin duda) intercedan por mí y zanjen de una vez por todas esta injusticia. Mientras tanto me toca esperar, desocupada; soñar con un mundo mejor; refugiarme en la música... ¡Oh, menos mal que existe tal arte! Aprovecho para recomendaros mi otro blog, sobre el coro de niños de Tölz:
Bach es mi refugio en estos tiempos de incertidumbre, y sus Cantatas interpretadas por esos niños constituyen toda mi esperanza: mientras tales interpretaciones sean posibles, nuestro castigado mundo no habrá perdido su humanidad.
Los libros son otra vía de escape, y la tercera es escribir. ¡Qué suerte que exista Internet! Ahora resulta que he de dar las gracias al Ejército americano por tamaña invención; vaya, con lo pacifista que soy... Bueno, ellos encargaron Arpanet, pero no la crearon, así que agradezco a los científicos, informáticos y demás intelectuales. De todas formas, una red que interconectase los ordenadores hubiera terminado creándose, aun sin el Ejército. ¿Y esto a qué venía? Ah, sí: a que Internet me permite estar en contacto con mis queridos amigos, que andan lejos; muchos en el extranjero, sobre todo en Alemania. Queridos amigos: ¡cuánto valoro vuestro apoyo!
Y a vosotros, lectores de este blog, os doy las gracias primero por tener la santa paciencia de continuar leyendo en vez de invertir vuestro tiempo en tareas más productivas. Segundo, y fundamentalmente, por esas frases de ánimo que me hacéis llegar.
Continuaré informando.

jueves, 17 de septiembre de 2009

La encerrona


Éste es el tercer mensaje de la crónica que he comenzado hoy, mirad el principio en los anteriores.
Tanto mi Sindicato como compañeros de mi centro y amigos eran partidarios de que no me incorporase al puesto de trabajo si las condiciones iban a seguir siendo las mismas. Además, mi jefe de estudios y mi sustituta me hablaban consstantemente de los muchos problemas de disciplina. En el informe psiquiátrico que se me solicitó, el especialista escribió que para mi mejoría era preciso que se me adaptase el puesto de trabajo: apoyos, cambio de centro... La Administración no se pronunció en ningún caso y yo continué de baja, esperanzada en al menos obtener la comisión de servicios para el año siguiente.
En febrero fui citada por la inspección médica de la Delegación de Educación de Cádiz. "No te preocupes, es un mero trámite" -me decían todos; pero ¡ay! ¡Qué equivocados estaban! El señor inspector médico, nada más verme, comentó con muy malos modos que mi problema no es la depresión, sino la ceguera, y que ahí sólo procedía enviarme al Tribunal de Incapacitación; jubilarme, vamos. Yo intenté replicar: comenté que la adaptación al puesto está regulada por ley; dije que compañeros míos gozaban de apoyos de la misma Administración; argüí que no podía ser retirada del puesto cuando cinco años antes había entrado, y ya era ciega... Nada sirvió. Sobre el apoyo me dijo que no se contempla y con respecto a las comisiones de servicio pronunció esta frase que se me ha quedado grabada a fuego: "¡olvídate de las comisiones de servicio! Aquí tenemos un puesto de trabajo y una persona que no puede desempeñar su trabajo en ese puesto". No me dejó hablar más. He de añadir que me trató con muy poca educación y con maneras rudas.
Dos meses después recibí una carta: "Se ha iniciado su expediente de incapacita´ción". ¿Qué significa eso, qué he de hacer? Me vi absolutamente perdida, y nuevamente fui tranquilizada: "es sólo una notificación". Hablé a través de mi Sindicato con la persona que emitió el documento; claro, ella no sabía nada: le vino de Cádiz. LO comentamos con otros cargos en Educación: "¿no hay forma de detener ese proceso?". Al parecer no: una vez que se entra de lleno en la kafkiana maquinaria burocrática, su engranaje te devorará. Los argumentos del inspector médico son descabellados e inverosímiles, mas aparentemente él tiene el poder de mandar a la calle a quien se le antoje y nadie puede rechistar. Si no, ¿cómo se explica que un proceso tan burdo, tan falto de sentido común siga su curso? "El Tribunal te llamará" -me decían, como para acostumbrarme a que me resignara ante lo inevitable.
Solicité comisión de servicios y me fue denegada. Claro: parte implicada en el tema es la Inspección Médica de Cádiz, que ya me tenía echada la cruz. En junio pedí el alta. Tenía esperanzas de que en septiembre aceptaran mi recurso. El alta me fue denegada por el mismo inspector médico que pasó ya a formar parte de mis pesadillas más terribles. ¿Cómo denegada? ¿Quién es él para hacer tal cosa? ¿No me ha diagnosticado mi médico de cabecera? Pues nada: al parecer no hay razonamiento que valga. En agosto me llamó por fin el Tribunal; bueno, una inspectora de Sevilla cuya misión fue recoger mi expediente y mis alegaciones y pasarlo todo al Tribunal. Ahora estoy en espera de que dictamine. Por otra parte, en septiembre también fue rechazado el recurso para la Comisión de Servicios bajo el argumento de que la ceguera no me iba a desaparecer aunque me cambiaran de centro. ¡Brillante razonamiento, sí señor! Estimados inspectores médicos con todos vuestros galones: ¿he pedido acaso que se obre un milagro; que una mano divina me devuelva la vista? Sólo me conformo con que se me adapte el puesto de trabajo, algo regulado por ley, pues debido a mi ceguera tengo más problemas que el común de los mortales en un instituto aislado y sin recursos, en un pueblo sin muchas comunicaciones, etc. Estos argumentos los entiende hasta un niño de párvulos. ¡Qué pena que hayamos desterrado del lenguaje una palabra tan hermosa, tan latina! Yo seguiré usándola, me niego a sustituirla por "los de infantil".
Ahora continúo de baja. En realidad no sé si puedo darme de alta o si he de esperar a que el Tribunal decida si me eliminan o no del selecto mundo de la clase activa. Además, después de lo acontecido, tampoco tengo ánimos para volver a Guadalcacín. Allí me espera ahora cadena perpetua, pues de aquí a que reúna puntos para conseguir un traslado... Las comisiones de servicio me van a ser siempre denegadas, por lo que veo; y los recursos de ese instituto y de esa zona no van a mejorar.
He creado este blog simplemente porque necesito desahogarme; necesito contar mi historia; necesito que todos sepan que conmigo se ha cometido una gran injusticia. Ellos llevan a gala la igualdad; la no discriminación; la apuesta por los más desfavorecidos. Hablan de educación para la paz y la ciudadanía; se les llena la boca de sintagmas rimbombantes que engañan a los incautos. Sabed, sin embargo, que todo eso es mentira: sólo figura en sus documentos, en los periódicos, en la tele y la radio porque da votos, pero a la hora de la verdad no se aplica. A mí me quieren jubilar por ciega: ¿dónde encaja eso en un país en que se suponen la igualdad y la no discriminación?
No sé qué hacer, odio tal incertidumbre. Por culpa de estos iluminados de la Administración voy a enfermar gravemente. Me han cortado las alas; me han repudiado, denigrado...
Concluyo aquí. Seguiré informando sobre posibles novedades, que espero que ocurran y que sean buenas.

El destino definitivo



Advierto que este mensaje es continuación del de más abajo. Lo digo porque luego van a salir cronológicamente al revés.
Como mencioné antes, en Granada me encontraba muy bien porque podía continuar formándome. Durante esos cuatro años de mi primera etapa laboral, la del destino errante, me dio tiempo de estudiar Traducción por Alemán, de presentarme como alumna libre a 3º y 5º de la Escuela de Idiomas, también, y cómo no, por alemán y de sacarme el ZMP en el Goethe-Institut. Además me apunté en un corito amateur, amplié mi círculo de amigos, etc. EN general esos años fueron felices, aunque hube de soportar incomodidades: al vivir en un lugar bastante céntrico, pasaba muchas noches durmiendo mal por culpa de los jaleos de botellonas y demás juergas estudiantiles. En el trabajo hubo sus más y sus menos, claro está, pero yo me lo tomé con filosofía y además mi vida paralela compensaba todos estos agobios.
En abril de 2008 oí por primera vez el nombre de Guadalcacín, pedanía jerezana que había pasado a ser mi destino definitivo. Tal conocimiento me hizo verter algunas lágrimas: no quería dejar a mis adorados amigos ni renunciar a mis posibilidades de formación; me daba pereza comenzar de nuevo en un sitio desconocido... Pero pronto me llené de esperanzas. Había solicitado una comisión de servicios, que me fue denegada por anunciárseme que la normativa había cambiado y que tenía que pedirla en mayo acogiéndome a razones de salud propia. No lo hice: había concurrido, ya por segunda vez, a una plaza de profesora visitante en Alemania. Albergaba muchas esperanzas de que me la concedieran. ADemás ese año tuve que participar en el concurso de traslados y estaba harta de tanta burocracia, así que dejé pasar una oportunidad única.
No fui seleccionada para lo de Alemania; tampoco lo he sido este año, en mi tercer y último intento. Habrá otros medios de alcanzar ese maravilloso país. Resignada y con esperanzas, como la primera vez, me encaminé a mi plaza definitiva. "Total -me dije-, está cerca de Jerez; hay autobuses... Así vivo en un pueblo tranquilo". Mi ilusión se renovó al conocer la que iba a ser mi casa: amplia, con mucho espacio... Pero, ¡oh, fatalidad! A los pocos días de mi estancia allí pude percatarme de que el servicio de autobuses no era frecuente y de que, a pesar de los pocos kilómetros entre Guadalcacín y Jerez, el recorrido para llegar al centro duraba casi una hora. Sí, daba un rodeo por todos los barrios. El precio del taxi Guadalcacín / Jerez es abusivo, un día tuve que pagar 17 euros.
En mi Instituto los problemas de disciplina eran graves. Los alumnos tratan a los profesores nuevos como advenedizos que no tienen nada que decir: "¿qué sabrán ellos, que están de paso y ni conocen el pueblo?" -pensarán. Tuve que sufrir el comportamiento chulesco de muchos muchachos y, además, algo nuevo: las amenazas. "Oye, que sé dónde vives" -replicó uno cuando lo advertí de que iba a tomar medidas por su mal comportamiento. Hasta entonces había vivido en Granada y mis alumnos en pueblos; ahora, por primera vez, me veía rodeada de ellos en todo momento; acosada; vigilada... Porque, en un lugar tan pequeño, sólo me topaba con alumnos, madres de alumnos, abuelas de alumnos... "Ahí viene la maestra" -cuchicheaban las viejecitas al verme pasar; tal vez sin mala intención, pero a mí me chirriaba. No faltaban las consejeras, ésas que creen tener las soluciones para tu vida presente y futura: "¿y tú por qué vives sola? ¿Tú por qué no eres pensionista? ¡Ay, muchacha: qué lástima!". La atmósfera se tornó irrespirable y mis posibilidades de expansión se vieron truncadas en aquella aldeíta.
Intentamos solicitar una persona de apoyo para la lectura de exámenes y documentos, además de para controlar un poco la disciplina en las aulas. Se nos denegó. "No se contempla" -fue la respuesta. Sin embargo, mi compañero de Granada tuvo la suerte de permanecer en su pueblo a pesar de que lo habían destinado en un pueblecito de Almería (destino provisional, pero en cualquier caso pudo alegar la ceguera para no ocuparlo). Además él sí pudo disponer todo el curso de una persona de apoyo que lo asistía en clase diariamente.
La ONCE de Jerez no cuenta con el servicio de voluntariado que ofrece la de Granada, así que de golpe me vi sola y sin nadie para ayudarme en la lectura de documentos o en cualquier otra cosa que pudiese precisar. Las tardes, cuando volvía del trabajo, las pasaba sola en casa, rumiando mi tristeza.
A comienzos de octubre sucumbí. Días después, aconsejada por familiares y amigos, pedí una baja para reposar un tiempo. NO era cuestión de morir en el intento: ¿quién me lo iba a agradecer luego? Llevaba noches sin dormir, llorando por motivos nimios. Había perdido la alegría y una angustia continua me asfixiaba. "Depresión", dicen los especialistas. El 23 de octubre comenzó ese pretendido descanso de un mes que aún perdura, mas no nos precipitemos.

Andadura de una profesora ciega






Potenciales lectores:
Después de este mensaje puedo abandonar el blog, pero tal vez no lo haga porque me ha costado lo suyo averiguar la forma de enviar entradas por correo electrónico, aun habiendo empleado el procedimiento en un blog anterior. Pero vamos al grano:
Mi andadura profesional como enseñante de Secundaria comenzó en septiembre de 2004. A mis 24 años aprobé las Oposiciones y me encaminé con cara de despiste, incertidumbre y esperanza a mi centro de destino: ¡mi primer trabajo! Yo había estudiado la carrera en Granada y allí me había hecho con buenos amigos. Además disponía de muchos recursos por parte de la ONCE, como unos estupendos instructores tiflotécnicos (los expertos en adaptaciones para ciegos: aparatos especiales, programas informáticos que nos posibilitan o facilitan el uso del ordenador, etc.). Tras un esfuerzo de años, ya podía orientarme más o menos en un sector de la ciudad. MI sentido de la orientación es caótico, lo que no significa que ocurra lo mismo a todos los ciegos: conozco verdaderos linces. Con todo esto me refiero a que, para mí, el traslado a un lugar desconocido supone una odisea y un largo periodo de adaptación. Los ciegos necesitamos estar en localidades más o menos amplias con una serie de servicios, o bien en un pueblo con buena frecuencia de autobuses. Lógicamente, al no poder conducir un vehículo propio nos quedaríamos aislados en aldeítas sin acceso a lo más elemental: sacar dinero del Banco, ir al médico, etc. Por ello me causó algún trastorno saber que la localidad en que debía enseñar distaba casi 60 kilómetros de Granada con escasas comunicaciones. Se trataba de Montejícar, pueblecito de los Montes Orientales. Sin embargo, cuando llegué allí me enteré de que existía la posibilidad de acogerse a un turno de coches; así que, con dificultades obvias y adaptándome a los horarios ajenos, pude efectuar mi sueño de vivir en Granada.
El siguiente año permanecí en el mismo pueblo y conseguimos que el voluntariado de la ONCE de Granada se dedicara también a la lectura de exámenes y ejercicios, así que en ese aspecto todo fue bien. En cuanto a los alumnos, lo de siempre; cualquier profesor de Secundaria o toda persona con los ojos un poco abiertos sabe cuán caóticas son las aulas y cuán deficiente el sistema educativo de nuestro país, que abocará a la sociedad a un inevitable suicidio cultural. No es cuestión de meterme en el tema, tan manido por otra parte, aunque tendría que haber más gente que lo denunciara. Yo ahora no puedo hacerlo porque quiero cumplir mi objetivo.
El siguiente año me trasladaron a Armilla, aún de destino provisional. Me encantó porque se trata de un pueblo bien comunicado con Granada; podía ir y venir en autobús, pero mis colegas casi no me lo permitieron nunca: fueron amabilísimos y me trasladaron en su coche. Ese mismo año, un amigo mío estaba ejerciendo en Puerto Real y fue acusado por un inspector de Educación de "incapaz", alegando como única razón su ceguera. Él tuvo suerte: le pusieron una persona de apoyo de la ADministración y desde entonces no ha dejado de tenerla. Yo disfruté de este servicio mi cuarto y último año granadino, cuando me desplazaron a La Malahá. La perspectiva me agobió pues, si bien a pocos kilómetros de Granada, carecía de comunicaciones. Por suerte mis amabilísimos compañeros acudieron una vez más a socorrerme. ¡Ay! De no haber sido por ellos... Los jueves y viernes iba una persona de apoyo asignada por la Administración para ayudarme con la lectura de exámenes y ejercicios y también para poner un poco de orden en las aulas. Lógicamente, los alumnos abusan de mi ceguera y aprovechan el poder que les otorga sentirse impunes. A veces resulta imposible controlarlo. Cuando pido a los demás que me digan el nombre de los culpables del desorden colectivo, se niegan atendiendo a una incomprensible omertà, a un pacto de fidelidad hasta la muerte: "¡yo no voy a ser un chivato!". Recurro a la sanción colectiva, pero eso carece de efecto porque al final el castigo no se aplica. Confieso que a veces me he sentido impotente y me ha horrorizado ver en qué manos dejaremos el país.
Pero estaba con mi profesora de apoyo: los tres días que no acudía a mis clases iba al centro donde ejercía mi compañero ciego, que se encontraba en un pueblo cercano al mío. Por tanto, he de decir que me fue muy bien en cuestiones de intendencia.
Pasemos ahora a mi adjudicación de destino definitivo. ¡Huy! Esa expresión siempre me ha sonado a encierro; a condena por largos años; a esposas... Pensaréis que estoy loca, pero lo mismo me ocurrió en cuanto aprobé las Oposiciones y alguien me dijo: "¡qué bien, un trabajo para toda la vida!". Parecía que me hubiesen atado a la Secundaria con inextricables grilletes. Ya sabéis: yo quiero hacer muchas más cosas; formarme; continuar avanzando y, si fuera posible, buscar otro trabajo; y, si aún fuese posible, en Alemania. Es mi Traumland, como dicen allí: mi país soñado, aquél donde quisiera vivir siempre. ¡Qué ambiente musical; qué cultura; qué educación la de sus gentes!
Creo que voy a cerrar este mensaje e inicio otro para no alargarlo excesivamente.

Introducción


Éste es un mensaje de prueba para ver si he conseguido configurar correctamente mi segundo blog, de contenidos tan diferentes al primero. Una gran injusticia me lleva a crearlo y confío en que sirva de algo, al menos como desahogo. Será explicada en próximos mensajes. Por ahora me limito a dejar claros mis objetivos: esta bitácora me servirá como especie de diario. Abordaré temas que me interesen particularmente y quiera compartir o bien aprovecharé este cauce para denunciar injusticias que me hayan ocurrido y que puedan suceder a otros en mis circunstancias. He aquí el propósito inicial: ¿y único?
Puesto que el asunto del mensaje es "presentación", aprovecho para presentarme: tengo 29 años. Soy ciega debido al oxígeno a presión de la incubadora que quemó mi retina (fibroplasia retrolental). Adoro la música denominada clásica pero que abarca desde la Edad Media a nuestros días, aunque mis periodos preferidos son el Renacimiento, el Barroco y el Clasicismo, con especial atención en Bach. En cuanto a los criterios interpretativos, apuesto por los instrumentos originales y los coros de niños, sobre todo por mi admiradísimo Tölzer Knabenchor.
Pasemos a mi curriculum: he estudiado Filología Hispánica y Traducción e Interpretación por Alemán, mas me presenté a las Oposiciones de Secundaria por Música y las aprobé en 2004. Los estudios de Traducción los cursé después, cuando estaba trabajando en Granada, porque mi sueño es buscar otra ocupación teniendo en cuenta lo mal que está la enseñanza hoy en día. Cuando leáis mi siguiente mensaje, entenderéis más aún la urgencia de este deseo. Bien: para no haceros esperar mucho, cierro esto y vamos directamente al objetivo de la creación del blog.