Lentamente transcurre otra semana y mi situación sigue como hasta ahora. Bueno, no ha habido cambios por lo que a la Administración se refiere, pero puedo sentirme contenta por las consecuencias de la creación de este blog. Gracias a su inclusión en diversas listas de correo he contactado con gente muy valiosa, como con un abogado ciego que me está asesorando o una pianista, también ciega, que se plantea opositar al Conservatorio. ¡Oh, le deseo lo mejor! Es una persona increíblemente culta y muy preparada.
También he reavivado un antiguo contacto; se trata de una señora muy inteligente a la que conocí en un foro de alemanes que hablan o estudian español y españoles que se ocupan de la lengua de Goethe. Toda esta gente me ha brindado su apoyo incondicional y yo lo agradezco y lo hago constar aquí. Mis amigos siguen transmitiéndome el máximo afecto y mi familia es maravillosa, así que no estoy sola. Si no contara con todo esto, me habría derrumbado ya hace tiempo y carecería de fuerzas para, por ejemplo, centrarme en el blog. Pido disculpas por la mala redacción de los dos primeros mensajes, mas los escribí entre lágrimas. Sí, lo confieso: soy demasiado impulsiva. El jueves (¡vaya, mi cuaderno beligerante ya tiene una semana!) me invadió una desesperación tal que me dije: "He de darle cauce, he de desahogarme, tengo que hacer algo...". Y esto fue lo primero que se me pasó por la cabeza; como había aprendido poco tiempo antes a crear blogs motivada por el Tölzer Knabenchor...
Esto es mejor que ir a los medios de comunicación: puedo escribir con total libertad sin implicaciones demasiado grandes, sin que la cosa se me escape de las manos. Claro que lo contemplo como posibilidad, pero no para ahora. Confieso que cuando me llamaron de la Asesoría Médica diciendo que no aceptaban mi alta me dieron ganas de denunciar al inspector. Tal cosa es ilegal, o al menos yo lo creo así. La comunicación que me hicieron fue telefónica y un mes después me llamaron para obligarme a presentar partes de baja que fuesen continuación del último que ellos dieron por válido; con eso borraban la prueba de la no aceptación de mi alta. Insisto: me hicieron ambas notificaciones por teléfono. ¡Oh, qué mal lo pasé tras aquella primera llamada! Cuando colgué el auricular tenía la boca seca y me temblaban las manos. Pero apartemos recuerdos dañinos. Tal vez me calme evocando algún momento de felicidad, de los tantísimos que he vivido. Sí, soy una persona feliz: me paso el día riendo, cantando... Lo que ocurre es que ahora no me dejan, mas aun en este periodo de injusticias e incertidumbre trato de aferrarme a lo positivo y rebusco hasta hallar lo hermoso de cada cosa. Como indicaba al principio, los siete días transcurridos han resultado fructíferos y ahora puedo afirmar que la creación de este blog, que nació de una rabieta, no ha sido tan inútil como yo imaginaba.
Para consolarme musicalmente pedí ayuda a los Pequeños Conciertos Espirituales de Heinrich Schütz, con mis niños de Tölz, por supuesto. He de dar asimismo las gracias a Radio Clásica, que me acompaña diariamente.
Mañana iré a recoger mi título de Traducción. ¡Oh, cómo cambian las perspectivas! Cuando comencé a estudiar en la Universidad imaginaba que el ser licenciada era algo muy importante: todo un honor, un privilegio, una garantía de cultura y trabajo. ¿Quién iba a decir entonces a esa soñadora de 17 años que sus dos titulaciones superiores y su carrera administrativa no supondrían un freno para los propósitos de cierto inspector médico de la Administración cuyo único deseo consistiría en retirarla de la vida activa? No: esa utópica joven no se lo habría creído.
Cierro por el momento. Prometo manteneros informados y os agradezco vuestra paciencia.