Esto ocurrió a finales de noviembre, pero lo plasmo ahora. ¡Sí, intervine en la grabación de un disco! Fue con el recientemente desaparecido Coro de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada. Fue una experiencia maravillosa, dos fines de semana intensivos encerrados en el Colegio Máximo de Cartuja. Por aquella época se gestaba la depresión que luego me haría sufrir lo indecible durante siete meses: ya dormía poco; experimentaba gran incertidumbre, desarraigo y los usuales complejos de culpa; pero ésa es otra historia. Lo menciono sólo porque el trabajo con el coro me mantuvo tremendamente distraída y me permitió no pensar, al menos durante ese tiempo: un pequeño respiro. Por ello no me cansé a pesar de las repeticiones de cada toma, de los imprevistos (tuvimos que parar por la lluvia y por un palomo en el tejado), del agotamiento... Inconscientemente pedía más y más disciplina: quería volverme un autómata sin conciencia y sentimientos... Bueno, a decir verdad fui capaz de emocionarme entonces, aún no se había apoderado de mí la anhedonia; en fin, un poco sí, no voy a mentir, pero algo me permitía.
"Toma 1", "toma 2", "toma 3", "toma N". "Completo". EN los descansos nos sentábamos en colchonetas colocadas allí ad hoc o tomábamos café y comíamos plátanos o galletitas; no mucho, la voz podría dañarse. Aún no me explico cómo me mantuve en pie con lo poquísimo que dormía. El sábado estuvimos allí ocho horas, si no recuerdo mal. El domingo por la mañana fue más fácil, porque tocó el turno a las partes instrumentales y con solistas. Por la tarde seguimos grabando, y luego el sábado siguiente y la mañana del domingo. Cuando terminamos me invadió la necesidad de llorar: ¿a qué podía agarrarme a partir de entonces? Efectivamente: fueron los últimos momentos de alegría en mucho tiempo, aunque entonces yo no lo supiera.
Incluyo un fragmentito de nuestro disco:
Y ahora algunos vídeos, de mayo:
¡Muchísimas gracias, J. Palomares!