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domingo, 15 de mayo de 2016

Taller coral con Raúl Mallavibarrena




En mi incesante búsqueda hacia la felicidad, si bien albergara pocas esperanzas de salir del estado depresivo, me enteré hace dos meses de que se realizaría por estas fechas un taller coral con el prestigioso director Raúl Mallavibarrena. A mí me sonaba su nombre porque, de pequeña, leía las hcríticas discográficas de Ritmo, aparecidas en la publicación Braille Pau Casals. Por aquel entonces, muchos opinaban que lo de los instrumentos originales era un virus de los más peligrosos, y que pasaría con el tiempo, y que quienes trataban de estudiar las técnicas interpretativas de entonces o aproximarse con instrumentos de época estaban locos de atar; que mejor Bach con piano y con coros gigantes, que eso de. Cuatro voces por cuerda era una mariconada... Y no digamos Los. Niños cantores. Incluso escuché a presentadores de programas de radio afirmando que eso era como ir a un colegio, tomar a niños cualquiera y ponerlos a cantar, algo que sólo satisfacía a sus padres. Les escribí una carta indignadísima, a la que por supuesto no contestaron ni dieron difusión.
En Ritmo había críticas de ese estilo, como las de Ángel Carrascosa Almazán. Recuerdo una en particular en que arremetía contra Ingrid Haebbler y el fortepiano en un disco de Haydn con la Academy of Ancient Music. También les Dirigí unas líneas, que no remitieron al señor Almazán, creo: "Nosotros no somos responsables de las críticas de nuestros colaboradores". Mi cerebro adolescente se indignaba, se encendía..., mas por. Suerte existían las reseñas de personas como Raúl, que me hacían olvidar los sinsabores de ataques tan injustificados al par que ignorantes.
Lo primero que atrajo mi atención de tan maravilloso músico fue, cómo no, su largo y jamás escuchado apellido; por eso no lo olvidé. Siempre que leía una opinión suya me invadía el irrefrenable deseo de adquirir el disco en cuestión, y lo hice con algunos, a través de Discoplay.

Por esa época Vicente Parrilla, que a la sazón me impartía clases particulares de flauta de pico, me grabó una cinta de La Fontegara, con obras de Castello, Marini y toda esa caterva. Me gustó mucho la sonata sobre la Mónica, aunque yo no supiera entonces qué era la Mónica. Aquel repertorio me fascinaba. Mi tía me compró también las canzonas de Frescobaldi con el Ensemble Fitzwilliam, algo admirable porque ella no sabe nada de música antigua. "¿Cómo has encontrado eso?" ---le pregunté. "No sé, yo busqué lo más raro".
Queridos amigos: he aquí otra demostración palpable de mi anormalidad (a--, que no sub--). Ya resulta extraño, inaudito, fuera del recipiente que dirían Les Luthiers, el hecho de que, para hablaros del taller coral en que estoy inscrita, me marque un rollo como éste. Mas habéis de perdonarme, lectores míos, porque no sé lo que hago.

Vuelvo a la actualidad: aqquel día de marzo, aun inmersa en el marasmo, escribí a la Sociedad Musical de Sevilla manifestando mi intención de participar en el taller, que se celebraría a lo largo de dos fines de semana de mayo. Solicité las partituras a la ONCE con muy poca fe de recibirlas a tiempo y continué en mi atmósfera de lamentaciones que sin duda superaban con creces a las de Jeremías.
Las partituras, sin embargo, no se demoraron excesivamente, salvo una que ya no voy a recibir, "Versa est in luctum". No me importa; mejor incluso, porque me permitirá escuchar activamente.

El sábado llegué sin haber estudiado por culpa del poco tiempo disponible y porque la depresión me había impedido centrarme. "Bueno -me dije-, ya las montaremos en el taller". ¡Cuán errada estaba! Raúl apareció con su velocidad mallavibarrénica y empezamos a leer la partitura ya con texto. Mis recursos digitales (relativos a los dedos) son limitados, y la yema no abarca tanto como para leer notas y texto a un tiempo. Por suerte, lo de la lectura a primera vista no representa ningún problema para mí; y de nuevo por suerte, estos motetes polifónicos tienen una letra muy breve y abundan en melismas, así que pueden pasarse media hora con "quidnam vidistis, quidnam vidistis", o bien "Alleluuuia, aaaalleeeeeluuuuia", "Pastores, dicite, dicite, pastores dicite... ¡Dicite, leches!". Eso me permitía atender a las notas y pasar por el texto con el rabillo del dedo.

Mas no contaba con el terremoto, la tormenta, el torbellino, la intensidad de Raúl: un genio, un señor de cerebro hipertrofiado; lleno de humor, vitalidad, ganas de hacer música. ¡Ojalá hubiese en este castigado, cruel mundo más personas como él!
"Haced estos motetes interesantes, que no son aburridos; si así fuera, yo no los interpretaría". "No tenemos que estar tan pegados a lo que podría ser la interpretación original de Guerrero o Victoria, porque realmente nunca sabremos cómo es. A lo mejor, si de golpe apareciesen por aquí y nos lo dijeran, no nos gustaría: intentemos, pues, crear algo agradable a nuestros oídos del siglo XXI".
"¡Venga, que estamos en el Cielo! ¡Corus angelorum! ¡Arriba, arriba, arriba...!". "Esto, en vez de un villancico, parece un responsorio de Tinieblas! ¡No puede ser pesante! Los pastores van a anunciar el nacimiento de Dios, algo importantísimo para la Cristiandad".
"Tradiderunt, tr-, tr-, que si no suena -adiderunt! Cantamos en una iglesia. Imaginad a un escriba que ha de anotar el texto: ¡tiene que entenderlo!". Extraño: hoy día pocos saben latín, a no ser que tomemos a un escriba del siglo XVI; o a uno romano, directamente.
"Recreaos en la maldad: Judas, ¿cómo pudiste hacer eso? Estamos indignados".
"Job no puede comprender que, a pesar de su fe inquebrantable, se le hayan puesto tantas pruebas y castigos. Él llora, llora, pero después de la tensión hay relajación, como cuando nosotros nos indignamos y nos ponemos a gritar: luego nos calmamos; es necesario, no puede ser de otra manera. Pero la tensión es vital, ha de notarse el contraste: tensión / relajación. Imaginad un libro o una película en que todo sea feliz, no ocurra nada; no nos gustaría, y no porque amemos el sufrimiento, sino porque carecería de interés, de gancho".
Al principio suponía para mí un mundo el llegar a tiempo: buscar cada partitura entre diez cuadernillos, ir leyendo a velocidad de vértigo atendiendo simultáneamente a música y texto, saltando las otras voces... Para colmo, en una de las piezas el Cantus I y el Cantus II se intercambian en la repetición, y yo eso no lo he sabido hasta hoy: ¡con razón me perdía tanto! Una de las veces hasta Raúl tuvo que pedirme que me tranquilizara.
Estaba situada más o menos en el centro de la fila, pero cuando había divisi me mandaban a un rincón, entre la pared y el piano: ambas cosas me hacían sombra acústica y, además, desde aquella posición lateral apenas podía enterarme. Hoy me ha dado rabia que, cuando he protestado por ello, una compañera coralista ha respondido: "Eso es lo que hay". No, señora: puedo cantar como soprano I sin situarme en esa posición; usted ve y yo no, querida; a usted no le hacen sombra las paredes, ¡haga el favor! Otra cosa que me da rabia es que, cuando no me queda claro por qué compás vamos, trato de preguntar y enseguida se oye a alguien chistando: ¡por favor!!! Menos mal que Raúl es un sol y hoy no sólo decía el compás, sino el texto correspondiente, y además lo tocaba un poquito. A mí que no vengan a decirme, como hicieron en algún coro de Granada cuyo nombre no cito por no crear suspicacias, que un ciego no puede cantar en un coro porque no sabe cuándo tiene que entrar ni ve las indicaciones de dinámica y agógica. ¡Idiotas, imbéciles, estúpidos, atrasados! Seguro que yo entro mejor que ustedes, caterva de ignorantes! ¡No sólo existe el contacto visual! Se transmite mucho a través del oído, y además existen las partituras con rigor matemático, y el fraseo, y la musicalidad de la obra, y yo puedo archivar que entro justo cuando acaba el motivo de las contraltos, y ser menos esclava de las notas que ustedes! Rocío dixit.

El domingo ya pude disfrutar mucho más de las obras, me había habituado a la dinámica. En cuanto a hoy, ¡no digamos! Vuelo sobre la partitura, me imagino a las turbas escupiendo y flagelando a Jesús y me indigno igual con los fieles... Una suerte saber un poco de latín, porque permite centrarse en la interpretación: ¡para que luedo digan que no sirve! Claro: en nuestro sistema educativo no tienen cabida las artes. Si otorgaran más importancia a la música, construiríamos otro tipo de personas más solidarias, empáticas, respetuosas, educadas, intensas, sensibles, humanas. ¡Sí, va todo unido!

Mañana terminaremos de repasar los once motetes y daremos un pequeño concierto para nosotros mismos. "Total, en muchísimos conciertos apenas hay público". ¡Me encanta la ironía de Raúl! Después, la carroza se transformará en calabaza y volveré a la mediocridad de un mundo demasiado ruidoso, lleno de envidias, recelos, malos humores y estrés. Confío sin embargo en que pueda realizar muchos más talleres, de canto y de flauta de pico. Este verano tengo la intención de ir a Galaroza. Por desgracia no me permiten matricularme de flauta en Málaga, otro año será; aunque Sevilla me tira mucho más, y Baviera al máximo: ¡ése será mi destino futuro! ¿Cuándo? No lo sé, pero algún día será.

Me gustaría tener más contacto con Raúl y beber de su sabiduría. Cuando me topo con alguien tan excelso, quedo automáticamente hipnotizada; fascinada; maravillada; eclipsada. Mi fe en la Humanidad se acrecienta y cobro fuerzas para enfrentar a los tóxicos; a los envidiosos; a quienes parecen complacerse en destruirnos. Sí, sí: la envidia es un pecado muy español.
¡Gracias, señor Mallavibarrena! ¡Adoramus te! Me encanta la delicadeza de sus interpretaciones; me encanta la intensidad con que vive la música: ¡es un dios del Parnaso!!!

En una próxima entrada relataré la conclusión de tan enriquecedora experiencia musical. Apenas había hecho antes motetes renacentistas. En el Conservatorio quieren que cante con voz engolada, chillona, wagneriana... ¡Yo no sirvo para eso! ¡Quiero estudiar canto antiguo! ¡Oh, qué sequía! Quienes amamos la música clásica pertenecemos, por desgracia, a una suerte de élite; y dentro de esta escogida minoría, los de la música antigua se llevan la palma de rara avis. ¡Lo siento, me tocó! ¡Soy extraña! Pero ya no me asusta, como durante la depresión: ya no me acompleja. Quien quiera aceptarme así, que lo haga; y si he de buscar amigos dentro de círculos específicos, ¡sea! Mejor cuatro buenos que veinte malos. DIXIT, ET VALE.



4 comentarios:

  1. Cuando te conocí y me dí cuenta de lo que te estaba pasando llegó un día en el que me dije... ¡Tengo un sueño! Y ese sueño era verte como ahora te veo, porque sabía que algo podía hacer que eso sucediera, que esa Rocío que no sabía qué hacer con su vida podía ser la Rocío que siempre había querido ser, ella misma, sin complejos, sin ataduras, sin miedos.
    ¡Y mi sueño se ha hecho realidad! Ahora, cuando te leo con esa vitalidad, con ese entusiasmo que transmites, con esas ganas de seguir luchando por lo que de verdad te gusta, ahora como te dije el otro día, me doy cuenta de que todo lo que luché, todo lo que te dije, todo el tiempo que estuve ahí al lado tuyo ha valido la pena, ¡y de qué manera!
    Recordarás, incluso, que aun cuando todavía la depresión te comía por dentro, yo te dije que estaba dispuesto a darte una oportunidad de ser en mi vida algo más de lo que, por aquél momento y por ahora eres... obviamente si las cosas empezaban a cambiar, si todo iba transformándose gradualmente.
    Hoy, al ver a esta Rocío tan llena de vida, tan entusiasta, tan segura de sí misma, con esas ganas de vivir lo que de verdad le apasiona, hoy que soy yo quien atraviesa por momentos complicados, hoy recuerdo aquello que te dije y pienso... si me volvieras a hacer aquella pregunta... de si tú y yo podríamos ser algo más de lo que ahora somos, mi respuesta sería un sí claro y rotundo, ya sin condicionantes, sin dudas, sin miedos. Porque ahora veo a la auténtica Rocío, ésta, ésta sí es la Rocío de verdad. ¡Y a esta Rocío es a la que yo le daría todo lo mejor de mí si así lo quisiera!
    ¡Eres grande reina y, una vez más, lo demuestras con creces!

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  2. Jajaja... Muchas gracias por este delicioso post, Rocío. Además eres una literata, amiga, piénsatelo. Estoy de acuerdo con cada línea del artículo. Conozco a Mallavibarrena, aprendí a deletrear su apellido además, y comparto todo lo que dices sobre su erudición y su delicadeza y su fluir musical y todo. Porfa, sigue compartiendo estas bendiciones desde tu ángulo observante y sintiente. Te mando un abrazo grande.

    Luis Ángel
    Radio Clásica

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  3. ¡Muchísimas gracias, querido desentrañador de los entresijos musicales! Infórmame sobre este tipo de cursos, que iré, y si tú impartes alguno, también; Madrid está de Granada a 5 horas de Alvia..., y de Sevilla a 2,5 de AVE. ¡Oh, tú sí que podrías hacer un blog! Tendrás de conocidos ilustres...

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  4. ¡Muchísimas gracias por tu apoyo, mi querido Abraham! Estuviste ahí desde el principio, aun cuadndo no nos conocíamos, y eso te honra, porque tú no sabías nada de mi estado anterior.
    En cuanto a tus pretensiones, prefiero esperar un poco; por ahora ando enamorada de Bach... Oye, ¿habrá conventos bachianos? ¡Sería perfecto! Pero conventos al aire libre, en la Naturaleza, en lagos alemanes... Una suerte de Bachgarten... No sé, no sé lo que busco, ¡jejeje!
    Podríamos vernos pronto, si así lo deseas, y tratarnos personalmente.
    Pero quien me ame ha de amar a Bach y la música antigua, porque si yo voy a estar de conciertos y el otro se va a aburrir porque va a ir al fútbol y nos vamos a ver sólo en fotos, que en este caso ni eso... ¡Jijijijijijijiji!
    Besitos.

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