Un año más, Granada respira música; nueva cita con el Festival de Música y Danza. Ya he presenciado un concierto, del Huelgas Ensemble, y esta semana disfrutaré de uno por día: ¡increíble!
Ayer, en la Plaza de las Pasiegas, la Joven Orquesta del Bicentenario nos obsequió con la obertura del Sueño de una Noche de Verano de Mendelssohn y la 3ª sinfonía de Beethoven. Por fortuna el ambiente era fresco: corría una brisa agradable que nos acariciaba el rostro al par que la música hacía otro tanto a nuestros oídos.
Siempre me asombrará pensar que Mendelssohn escribiera aquella obertura con sólo 17 años. Felix fue un niño prodigio y tuvo el privilegio de vivir en una familia acomodada que le permitió disfrutar de su propia orquesta siendo muy joven, además de codearse con personalidades como Goethe ya a los 12 años. Murió a los 38: ¡otra brillante carrera sesgada! No olvidemos que fue el principal impulsor de la recuperación de la obra de Bach.
Desde pequeña he adorado a Beethoven, por supuesto, pero nunca hasta ayer me habló tan de cerca; ignoro el motivo. Nuevamente me alegré de que borrara la dedicatoria a la Sinfonía Heroica: Napoleón no era en aabsoluto merecedor de tal genialidad, máxime teniendo en cuenta su afirmación de que "la música es el menos molesto de los ruidos".
Ayer me asombraba a cada momento de la audición del hecho de que haya personas que oigan esta obra y les resulte todo igual... ¡Con la de cosas que ocurren! Yo, en cambio, le decía a Ludwig van interiormente que fuese más despacio: "¡espera, espera, tengo que irlo digiriendo poco a poco!". Más de dos siglos después, Beethoven seguía hablándonos directamente al corazón. Por desgracia, el encanto se rompía tras cada movimiento, con los inoportunos aplausos del respetable. ¡Oh, qué bello el fugato del 2º, qué influencia de Bach! Y el Scherzo con sus trompas, y el vibrante Finale... Yo pensaba todo el tiempo: "¡grandioso, grandioso!". Como es natural, conozco muy bien la sinfonía, pero jamás hasta ayer me había conmovido tantísimo. Tuve los ojos brillantes casi todo el rato y permanecí, por así decirlo, en comunión con el gran genio, en conversación íntima. ¡Gracias, gracias!
Los músicos recibieron una calurosa ovación. Su interpretación fue vibrante, enérgica, llena de vida y entusiasmo.
Esta noche toca otro concierto al aire libre. Granadinos, ¡pasaos por allí!
¡Qué envidia! La verdad es que hace mucho que no escucho al bueno de don Luis. Esta tarde me podré el disco; será mucho menos mágico, pero qué se le va a hacer. Espero resarcirme el fin de semana.
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