Anoche, huyendo de las altas temperaturas, fui con mis padres a tomar algo en una venta rural; allí siempre hace como mínimo tres grados menos que en el pueblo. A veces, por efecto del viento catabático, la diferencia resulta aún mayor y muy sorprendente: de golpe disfrutamos de seis grados menos... Por eso, la reseñada venta se ha tornado escenario habitual de nuestras noches veraniegas. Yo había llevado mi radio pequeñita, pues la emisora clásica de RNE me cautiva y quería oír algo del concierto de clausura del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, ofrecido en directo. Se trataba de una sinfonía de Bruckner dirigida por Barenboim, ya habitual en este acontecimiento musical que el próximo año celebrará su sexagésima edición.
Sin embargo, me costó mucho concentrarme en Bruckner porque la gente gritaba: "¡Venga, que podemos, que podemos! Yo soy español, español, español. Campeones, oé, campeones, oé. Hemos ganado, hemos ganado, hemos ganado". Además se oían desagradables trompetillas de plástico, claxons, golpes en las mesas... ¡Hemos ganado! ¿El qué? Me detuve a pensar pero, por más vueltas que le diera, no pude hallar una explicación congruente. Estaba deseando regresar a casa para cotejar los extractos bancarios, a ver si el saldo a mi favor había aumentado. Por fin se hizo la luz en mi cerebro, o eso creí a priori: ¡hemos ganado un día más de vida! Una jornada más llena de nuevas músicas escuchadas, nuevos libros leídos, nuevas conversaciones con parientes y amigos... Pero eso ocurre diariamente y nadie se altera: ¿cómo es que hoy se han dado cuenta? En fin, siempre es bueno que estemos agradecidos por las maravillosas vivencias cotidianas.
Bruscamente, sin embargo, se interrumpió el flujo de mis pensamientos al constatar que habían caminado por una senda errónea: ¡ellos vocean "España, España"! ¡No tiene sentido, el privilegio es para todo el mundo! Me fijé en otros comentarios proclamados por la radio y la televisión: "gesta nacional", "héroes", "gran victoria"... ¡Ya lo tengo, ya lo tengo! ¿Será posible? ¡Estoy tan sumergida en Radio Clásica que no me había enterado de nada! ¡Una guerra! ¡Una guerra épica, caballeresca! ¡Y al parecer de España contra todo el mundo! ¿Qué implicaciones tiene ganar esa guerra? ¿Resulta prudente celebrarlo así? ¡A ver si va a levantarse el mundo contra nosotros!
¡Ah, no, ahora sí que lo sé! Parece ser que todo el país ha pasado la noche jugando al fútbol y venciendo a equipos extranjeros; como se atribuyen el triunfo... ¡Oh, nuevamente me equivoco! 11 jugadores representan a todo el país. Ellos ganan un partido y España lo celebra. ¿Y por qué no sucede lo mismo con campeonatos mundiales de baloncesto, tenis, ajedrez...? ¿Por qué no se sienten igual de orgullosos y felices cuando sus compatriotas obtienen premios literarios, artísticos o de investigación? ¿Por qué no reciben con los brazos abiertos a intelectuales, escritores, pintores, músicos, científicos...? ¿A ésos cuyo esfuerzo nos ayuda a mejorar, nos enriquece, nos hace dignos de llamarnos Homo Sapiens Sapiens? Ellos en cambio, esos héroes de la cultura, son en bastantes ocasiones anónimos, poco reconocidos; muchos tienen que abandonar el país para que su trabajo dé frutos. Otras veces ni siquiera pueden desempeñar ese trabajo por falta de medios, de apoyo... Y sin embargo primamos un deporte concreto que nada significa, que no nos hará más grandes ni más sabios, que fomenta la rivalidad y la violencia.
Por suerte mañana me voy de viaje a Hallstatt, Viena y el Königsee: paz, fresco, naturaleza, lagos, paisajes de encanto... Espero que a mi regreso se haya pasado la furia y hayan descendido un poco las temperaturas.
Querida Euterpe: no soy aficionado al futbol, pero de vez en cuando, sobre todo si son partidos importantes, me gusta ver la televisión y disfruto viendo el juego. No entiendo gran cosa, pero se desprende emoción de algunas jugadas. A veces me pregunto por qué yo no soy aficionado y me pierdo la alegría de los amantes del futbol. Será que yo soy un viejo poeta que vive de un modo distinto y se emociona con otras cosas, por ejemplo, la música, la poesía, la literatura, la naturaleza. No sé, a lo mejor ellos tienen razón y es mejor compartir emociones públicas y solidarias con la multitud de los demás seres humanos. Te deseo disfrutes de tu viaje a Hallstatt y te des un buen baño de aire, paisajes, música y descanso. Un cordial saludo.
ResponderEliminarTienes toda la razón. Además que aquí en Argentina, por culpa de aquel famoso Cabildo de 1810 y el bendito Congreso de Tucumán de 1816, que no sé en qué estarían pensando, nos perdimos de estar en la final.
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