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martes, 20 de septiembre de 2016

Rafael Santandreu y Stephen Hawking: las claves del cambio.



Sin duda conocéis a este psicólogo, seguidor de la terapia cognitiva.
Se ha hecho muy popular en las emisiones de La 2 de RTVE, en el espacio "Para todos la 2". Su libro "El arte de no amargarse la vida" ha estado en la lista de los más vendidos, y no me extraña en
absoluto. Lo terminé hace unos días, acto seguido leí en dos ratos "Las gafas de la felicidad" y ahora aguardo impaciente a que la ONCE publique en su biblioteca más obras suyas y a que Rafael continúe dándonos recetas para ser felices; recetas que, por otra parte, son de sentido común y no tienen nada de mágico.
Lo primero que hemos de hacer es despojarnos de las cargas que nos atenazan en nuestro cruel estado de consumismo vertiginoso y que nos hacen necesitar, desear, ansiar, querer cada vez más para no bajarnos del carro de la competitividad, del adelanto, de los absurdos cánones que la vorágine de esta sociedad del estrés y la prisa nos ha marcado. A continuación, ¡no terribilicemos! Vivimos en la ficción de que somos los más importantes, el centro, y por tanto cualquier inconveniente que nos ocurra lo valoramos como terrible. ¡Señores, somos un minúsculo granito de arena en esta galaxia, una entre millones dentro del universo! El mundo estaba ahí antes de nosotros y ahí seguirá después hasta su colapso definitivo: ¿qué objeto tienen tantos quebraderos de cabeza?

Ya estamos preparados para liberarnos de otro importante lastre: el miedo a la enfermedad, el miedo al dolor, el miedo a la muerte... ¡El miedo al miedo, en suma! ¿Para qué? ¡Podemos ser felices aun con incomodidades, y la muerte es parte natural de la vida! ¡Su hermana gemela! ¡Sería horrible vivir para siempre, pensadlo!

Santandreu dedica casi por entero el capítulo 10 de "El arte de no amargarse la vida" a Stephen Hawking, de manera que ambos coincidimos en modelo: ¡cuánto lloré leyéndolo! Me alegró saber que emplea su biografía, vídeos y escritos de este genio en las terapias y pregunta a sus pacientes: "¿queréis pertenecer vosotros también al club Hawking? ¿Os decidís a ser personas fuertes igual que él?".

Este gran físico teórico, como bien sabéis, fue diagnosticado a los 21 años de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una condena a muerte para casi todo el mundo. De hecho le auguraron tres años de vida, redondeando al alza. El buen estudiante (perdonad: precisamente esto no era, que hasta entonces trabajaba bien poquito), a punto de embarcarse en una tesis doctoral sobre cosmología, vio derrumbársele su querido universo. El cerebro le quedaría intacto, mas, ¿para qué? Llegaría un momento en que nadie podría saber qué pensaba; no le sería ya posible comunicarse con el mundo: ¿qué sentido tenía entonces vivir? Stephen se recluyó en sí mismo, en aquella prestigiosa ciudad universitaria imbuida de gente de ciencias. Algunos de estos genios habitaron la residencia que él ocuparía posteriormente, el Caius College: J. J. Thomson, William Harvey, Francis Crick, John Venn... ¿Qué importaba ya todo aquello? Stephen, en la flor de su juventud, constataba impotente cómo iba entorpeciéndose, paralizándose, inutilizándose cada vez más.

"¿por qué a mí, por qué a mí?". La estadística resultaba tan despiadada... ¿Había de tocarle precisamente a él una enfermedad con un índice tan sumamente bajo de afectados? Sí, para que luego digan; los dados de Dios no podían ser más desfavorables e irónicos. La partida había finalizado ya hacía tiempo..., ¿o no, o no, o no? ¿Y si aún se le podía permitir una jugada, una tirada más?

El joven Stephen se sacudió el aislamiento wagneriano. Wagner, aquél que abogaba por un todo en las artes; un todo como el que Hawking buscaría obsesivamente durante su completa existencia y hasta el momento actual en las leyes del universo; un todo que nunca va a abandonarlo y que constituye la pesquisa última de su vida.

Stephen abrió la puerta de su habitación y las compuertas de su mente. Jane, su dulce novia, ángel bueno aparecido en el momento justo, aportó un nuevo y retador impulso. Lejos de rechazarlo y verlo como a un inválido sin remedio, lo abrazó amorosa y afirmó contundentemente que, juntos, desafiarían a médicos y enfermedades. Estaba imbuida por la ilusión y el optimismo de la juventud y dispuesta a pasar el tiempo que fuese ante su amado y a tratar de lograr sus sueños, aunque contaran sólo con dos, tres años. "Para casarme -reflexionó él metódico, como siempre- he de tener un trabajo que me aporte ingresos. Si quiero trabajar, debo terminar la tesis. Para eso tengo que esforzarme: ¡lo que no hice nunca! Mi ritmo de estudio ha sido de una hora al día. He de acrecentarlo exponencialmente, máxime con las dificultades que se me avecinan".

La determinación resultó tan inquebrantable que Stephen contradijo todos los pronósticos. Han pasado casi 55 años desde aquella horrible sentencia de muerte y el profesor Hawking es ahora una celebridad: ha desarrollado matemáticamente la teoría del Big Bang, ha descubierto particularidades hasta entonces insospechadas en los agujeros negros, ha cosechado premios y reconocimientos por doquier... En su vida familiar ha tenido dos parejas, tres hijos y tres nietos. Ha trabajado como profesor en la universidad de Cambridge (Profesor Lucasiano), ocupando la misma plaza que otrora desempeñara Isaac Newton. Ha escrito libros que llegaron a encabezar la lista de los más vendidos. Posee muchísimos amigos y colegas y cuenta con millones de admiradores entre los cuales tengo el inmenso honor de incluirme. Pero, sobre todo, es una excelente persona, positiva e inquebrantable, que nunca se rinde y está dispuesta a brindar sus conocimientos a los demás, ya sean prominentes catedráticos, humildes trabajadores analfabetos o niños curiosos ávidos de saber.

Todos podemos experimentar una transformación tan enorme como la del profesor Hawking: ¡eso nos demuestra Santandreu en sus obras!
Contrariamente a lo que pudiera parecer al principio, ¡resulta muy, muy fácil! Claro que hemos de cambiar al completo nuestro paradigma mental porque, lo sabemos, ¡se está tan cómodo en la indolencia...! "Dejadme aquí sufriendo y lamentándome hasta el fin de los tiempos: ¡no necesito hacer nada más! Lo paso mal, pero... ¡Estoy tan calentito...!". ¡Falso, cruel engaño! El cambio duele, mas al final se agradece: ¡y cómo! ¡Nos enseña a vivir, a ser felices en momentos de paz y sosiego y en otros de dolor y adversidad! ¿Nos acompañáis?
"Seamos cada vez más. Podremos transformar el mundo devolviéndole la cordura y la hermosura que le corresponde. Persevera. Haz del trabajo racional una prioridad. Prohíbete pelearte con las cosas y con las personas. Quita la palabra "queja" de tu diccionario. Elimina todos tus miedos y complejos. Hazte del club de las personas fuertes. Te esperamos con los brazos abiertos".
Tomado de: Santandreu, Rafael, "Las gafas de la felicidad". Penguin Random House, 2014.

Hawking, Stephen: "Breve historia de mi vida". Ed. Crítica - 2014. Hawking, Jane: "Travelling to infinity: The true story behind the teory of everything". Alma Books, 2015.

3 comentarios:

  1. ¡Qué gusto da siempre oír a este gran hombre! ¡Sus charlas y sus libros te enseñan a ver la vida con otros ojos! ¡Un grande don Rafael, sí señora!

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  2. Gracias mi niña querida por las lecciones de vida que me das a mí y al mundo. Te quiero mucho mi hermana.

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  3. Gracias siempre a ti por tu hermosa amistad y tu amor a la música.

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