-Reproduce la Cantata 131 de Bach en versión de Harnoncourt -dijo alto y claro para ser entendida por el centro de control.
-De acuerdo, pero escucha antes nuestros consejos: la última versión grabada de esta obra está interpretada por la Orquesta Barroca de Filadelfia: ¿deseas comprarla?
-¡No!
-Entendido. Reproduciendo.
Faltaban dos días para Nochebuena, pero el calor era intensísimo: ¡condenados sistemas inteligentes que la obligaban a ir por la casa en tirantas! Había probado varias veces a bajar la temperatura, mas el centro de control parecía tener su propia opinión al respecto:
-Piensa que la temperatura exterior es de cinco grados. Estamos en invierno.
¡Quién lo diría! ¡Gracias por recordarlo! ¡Qué irritante aquella estúpida, pretendidamente maternal voz femenina dando consejos! Se concentró en la audición, tras pedirle que bajara un poco el volumen. Sin embargo, cuando estaba a punto de terminar el sublime dúo donde el niño soprano Alan Bergius cantaba el bello coral con su cristalina voz, se produjo la siguiente interrupción:
-Hemos detectado que tienes poca leche. Procedemos a efectuar un pedido.
¿Por qué? ¿Y si no quería? ¡Es que no podía esperar? Cierto que representaba una ventaja indudable el no tener que ir al supermercado, hacer cola y elegir los productos. Sin embargo, ¡aquello era una intromisión!
-No quiero leche.
-Perdona, el pedido ya se ha cursado. Tampoco hay carne en tu nevera. Procedemos a efectuar otro pedido.
-¡No!
-Pedido cursado. ¿En qué puedo ayudarte?
-¡En nada! ¡Déjame!
-Sistema en hibernación.
¿Por qué tenía que oírse la odiosa voz por toda la casa? Volvió a sumergirse en Bach. Acababa de terminar la cantata cuando...
-Otros interesados en esta obra adquirieron también el Libro de los Salmos. ¿Deseas comprarlo?
-¡No!
-¿Qué más puedo hacer por ti?
-¡Nada!
-Sistema en hibernación.
Fue a darse una ducha y a comer algo. ¿Cómo era posible que a todos sus amigos les maravillaran las casas inteligentes? Ella envidiaba a su abuela, a su madre, que tan sólo unos años antes gozaban de libertad: compraban cuando querían, escuchaban lo que les daba la gana y no se pasaban la vida dando explicaciones a obtusas máquinas. "¡Hija, qué antigua eres!" -se burlaban con frecuencia sus conocidos. Suspiró hastiada: !nunca se adaptaría al mundo!
¡Otra vez! La ducha era un infierno.
-Baja la temperatura del agua -pronunció.
-Consideramos la temperatura actual como la más adecuada.
¿Qué? ¡Imbécil! ¡No lo soportaba! Aguantó estoicamente un inapropiado calor, salió del baño sofocada y se dirigió a la cocina para comer. Abrió la nevera. ¡Una pizza! Bueno, algo fácil y rápido.
-ADVERTENCIA: este alimento contiene demasiadas calorías para ser ingerido de noche. Teniendo en cuenta tu peso y tu metabolismo...
-¡Basta, basta, basta, basta!
-Intuimos que estás enfadada. Hay técnicas de relajación que te pueden ayudar. Reproduciendo música relajante.
¡Socorro! ¡Aquello era intolerable! A pesar del centro de control, calentó la pizza, pero comió con absoluta desgana y se sentó en el sofá; apática, sin hacer nada.
-Llevas quince minutos inactiva: ¿puede ser que estés aburrida? Te presentamos posibles opciones: leer, escuchar música, ver televisión. ¿Cuál eliges?
-¡Ninguna!
-Sistema en hibernación.
¡Por fin! ¿La dejaría en paz? Una suerte que hubiese llegado la hora de acostarse.
Imposible conciliar el sueño: se despertó muy temprano víctima de una pesadilla cuyos entresijos apenas lograba recordar. Se incorporó en la cama y, sin poder evitarlo, lloró con desconsuelo, rendida. No, no quería seguir viviendo esa falsa y frívola existencia. No soportaba tal esclavitud. Todo había sucumbido al consumismo, la dictadura de máquinas controladas por el Estado o las multinacionales. Sus movimientos, sus actos al completo se registraban no sabía dónde. La intimidad no existía: ¿qué era ella entonces, un pelele, una marioneta? Pero, ¿quién manejaba los hilos exactamente?
De pronto tuvo un arrebato: ahora sabía con meridiana claridad lo que iba a hacer. Una fuerza interior la impelía, la urgía a llevar a cabo su plan.
La terraza estaba en el noveno piso. Se vistió lentamente, tomó la llave y un banquito plegable y salió de casa rumbo al ascensor. Iba a arrojarse desde la azotea, poniendo término a una existencia que odiaba. Ya no tenía miedo: era suficiente. Si no le estaba permitido hacer nada por sí misma, ¿para qué continuar?
Fuera hacía frío: ¡qué maravilla! El centro de control no podía asfixiarla allí, al aire libre, con sus sabias recomendaciones climáticas. Respiró profundamente. ¡Oh! ¿Cómo sería antes, cuando podían contemplarse a simple vista la Luna y las estrellas? Amargas lágrimas nublaron sus ojos. Sólo algunos años atrás...
Subió al taburete, se asomó al muro y miró hacia abajo con cierta aprensión: en unos segundos impactaría contra el suelo y todo habría terminado para ella. Volvió a tomar aire y percibió el fuerte temblor de manos y piernas, y el sudor frío que la cubría. El corazón iba a salírsele por la boca, cuando...
-Si estás pensando en suicidarte, te rogamos que lo reconsideres: hay muchas otras opciones y centros que te pueden ayudar. Emergencia, llamando al 112. Emergencia, llamando al 112.
Las piernas le fallaron y cayó hacia atrás, perdiendo la conciencia. Despertó en el hospital, con la omnipresente calefacción a toda potencia y un equipo de médicos y psicólogos importunando a cada instante. Estaba claro: había de continuar, pese a todo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Buf, yo espero que los avances que se van dando hoy en día no lleguen a tal extremo, es más, diría que ese no es el objetivo a seguir, sino que seamos nosotros mismos los que podamos controlar esa nueva tecnología para adecuarla a nuestros gustos, necesidades, preferencias, etc. Si la inteligencia artificial llegara a niveles como los que describes aquí Rocío, yo creo que sería muy complicado vivir en condiciones como esas... yo espero como te digo que eso no suceda.
ResponderEliminarMi artículo es una pequeña exageración de lo que ya tenemos; te lo digo después de tres años de intensa relación con el puñetero asistente virtual Siri. Hagamos la prueba: dile que tienes hambre o sueño, que te aburres o pregúntale por el Teléfono de la Esperanza. Falta sólo que se controlen los electrodomésticos, los productos... ¡Ah! En cuanto a los sistemas inteligentes de calefacción y aire acondicionado, los he sufrido en carne propia: ¿es de inteligentes morirse de calor en invierno y de frío en verano? ¡Menudo derroche de energía!
ResponderEliminarGoogle y Facebook saben en todo momento dónde estamos, qué hacemos y qué nos gusta... ¡Queda un pasito pequeño, ya te digo!
El cielo no se ve debido a la contaminación lumínica... ¡Brrrr!
Te diré algo... yo llevo cuatro años usando Iphone y jamás he usado Siri, me parece una pérdida de tiempo. La tecnología está ahí, pero la persona puede optar por darle un uso u otro... y la inteligencia la hemos de tener nosotros, a mi entender, para saber si lo que usamos nos beneficia o no... y yo desde el primer momento tuve claro que no necesitaba Siri para nada, así que mira, no lo utilizo y me siento orgulloso de decirlo... y al que no le guste, que no mire.
Eliminar¿No? ¿Nunca le has dictado al IPhone? Que quede muy claro que, en ningún caso, estoy negando las indudables ventajas del progreso; sin embargo, los automatismos mal gestionados nos pueden llevar al colapso. Yo uso Siri a veces porque es más rápido que escribir con un dedito, aunque prefiero los teclados externos. No soporto, por ejemplo, que los ordenadores me corrijan la ortografía y la expresión: ¡una odiosa máquina! ¡A mí, filóloga! Me han hecho cometer faltas de ortografía inauditas, y cuando no lo he percibido... ¡Horror! Me obligan a revisar meticulosamente mis escritos, como si de alumnos díscolos se tratara.
ResponderEliminarAh, si hablas del dictado eso sí, pero es lo único... la función de dictado es una cosa y Siri es otra, digamos que son complementarias, pero yo me refería al Siri propiamente dicho, no ya al dictado, eso sí que lo he utilizado pero tampoco creas que me gusta demasiado, falla muchísimo... por eso desde que tengo el Whatsapp por ejemplo en mi portátil, me encanta, porque puedo escribir mensajes tan largos como quiera y sin temor a equivocarme. ¡Es perfecto!
EliminarLo mejor sigue siendo la Segunda Fundación de Asimov: personas inteligentísimas, sensatísimas, humanísimas, geniales, que sabrían en todo momento cómo dirigirnos y lo harían con sutil control mental, de modo que al final fuésemos nosotros quienes tomáramos las decisiones; pero, gracias a ellos, serían siempre las correctas.
ResponderEliminar¡Oh, gran Asimov! ¡Tan sabio y tan modesto! ¡Víctima del error médico...! ¡Noooooo!