Llegamos a Halle sobre las once. El tiempo era muy bueno; al mediodía incluso picó algo el sol, yo prefiero los días nublados. Estuvimos paseando un poco y luego vimos la estatua de Händel, rodeada de parterres con flores.
Entramos en la Marktkirche y, ¡oh, sorpresa! Todos los días a las doce, durante el festival Händel que se está aún celebrando en Halle, el organista toca media horita ambos instrumentos: uno pequeñito y el otro enorme. Con el primero interpretó una pieza del temprano Händel, compuesta en Halle seguramente; o igual no, pero a mí me sonaba a un Händel en ciernes, por llamarlo de algún modo. Con el gran órgano interpretó una fantasía de Reger sobre el famosísimo coral "Wachet auf, ruft uns die Stimme". La melodía era irreconocible al inicio; luego ya se fue definiendo y perfilando. Aparecía en un entramado algo inquietante y demasiado moderno para mi gusto.
¡Museo de Händel! Había partituras originales de fantasías para clave, arias de óperas, oratorios.... También muchos instrumentos, por desgracia casi todos en vitrinas, pero pude tocar varios, como algún órgano; piano de cola; un monocordio como el de Pitágoras; las partes de un violín despiezado; un clave, en el que, quiera Bach perdonarme, metí la manilla y toqué un Do por ver cómo sonaba...
Almorzamos en una cervecería checa muy próxima, una comida bastante buena, y luego me invadió el sopor motivado por las altas temperaturas y la humedad ambiental. Subimos a ver el castillo, bajamos al río y después.... ¡Curioso! Ayer hablando de Friedemann Bach y, ¡allí estaba su casa! Entramos a verla, y casi todo se ocultaba tras los vidrios; mas pude apreciar cómo funcionan los registros de un órgano, tocar algunos -me sorprendió su gran tamaño- y palpar uno de estos instrumentos reyes con su mueble, que ignoraba yo que se dispusiera así, con los tubos guardados en un armario: ¡je, je, je!
¡Por fin: café! ¡Ansiada dosis de cafeína contra la modorra! Luego, paseo cerca del Ayuntamiento y vuelta. En el tren aproveché para cerrar los ojos.
A las ocho concierto, en la Iglesia de san Nicolás. El grupo, desconocido para mí, se llama Solomon's Knot Baroque Ensemble. La primera obra fue la cantata 21, con la cual me identifico: el alma tenía mucha angustia, andaba extraviada, sentía miedo y no sabía qué hacer. Dios llegó ofreciéndole su mano y el alma era reacia por creerse no merecedora de tal honor: "Estoy perdida. Tú me odias. Quiero morir". Dios la contradice: "No: yo te amo; vas a vivir". Hay como un desacuerdo en tal parlamento: "Ja, ach ja", "nein, ach nein", pero al final se soluciona todo con un tres por cuatro, que digo yo si tendrá que ver el tres con la Trinidad; la perfección; el triángulo... Por cierto, que el motivo de los pasos lo identifiqué en la sinfonía y en ese diálogo: me refiero a notas negras que se repiten. No sé si representan a Dios acercándose al alma o viceversa.
Es un momento mágico el coral infiltrado, mientras las demás voces exclaman obstinadamente "Sei nun wieder zufrieden, meine Seele ["conténtate de nuevo, alma mía"].
El final es estupendo, con esa fuga implorando que la gloria, el honor, la alabanza estén con él por los siglos de los siglos.
¡Oh, Bach, Bach! Esa cantata me representa: yo era el alma descarriada, inmersa en la depresión, y algo llegó, tomó mi mano y me sacó de allí; algo que son varias cosas al mismo tiempo: mucho cariño de gente que de verdad me aprecia; la música; los buenos sentimientos; los descubrimientos; la superación y el espíritu luchador de otros (léase Stephen Hawking).
Tras la cantata, una pieza de Johann Schele, el cantor del que hablé en la entrada anterior. Se llama "Machet die Tore weit ["Abrid las puertas"]. Sólo conozco de Shele este motete y el "lobe dem Herrn meine Seele" y he de decir que ambos son esplendorosos; alegres; luminosos; abundantes en trompetas y timbales para expresar el júbilo.
¡Pero queda otra obra, ¡tan hermosa....! ¡El Magnificat! ¡Qué bien interpretado, qué pieza tan genial! Lo primero que me planteé es cuánto pagan a las dos flautas de pico por intervenir sólo en un aria, mas resulta que las estaban tocando los de los oboes. Los solistas fueron estupendos. Yo disfruto especialmente de esta obra el "Sicut locutus est", el "omnes generationes"... ¡Bueno, todo!
Voy a tener que retirarme porque me estoy durmiendo conforme escribo: ¡qué cansancio! Pero antes, un apunte: en Leipzig se piensa en los ciegos. Cada dos por tres encontramos en plena calle una maqueta de alguna iglesia, con sus rótulos en Braille y todo. Los ascensores, accesibles. Los semáforos vibran también para los sordociegos o para contrarrestar el ruido ambiente.
No, no termino aún: ¿quién inventaría la costumbre de aplaudir? Imagino que sirve para desconectar; para ir aterrizando; para liberar emociones. La acústica de san Nicolás y la de santo Tomás son perfectas.
Mañana ansío la llegada del concierto: cinco cantatas de Bach con el coro de niños de Hannover y el Concerto Cöln.
Casi me quedo dormida sobre el teclado: ¡buenas noches!
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Qué bueno que sigas disfrutando Rocío y que nos lo sigas contando como sólo tú sabes hacerlo. ¡De verdad, da gusto verte así! ¡Que no decaiga!
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