viernes, 17 de junio de 2016
Suicidio (continuación): ¡nunca os quitéis la vida!
William Byrd: Fantasia. Consort of viols.
Ahora estamos en Frankfurt, un aeropuerto lleno de gente y de niños ruidosos. Igual no está acústicamente preparado. ¡Ah, no! Es que el grupo es demasiado grande.
Ya he subido al avión. He descubierto que el Bluetooth puede ser activado desde el "modo vuelo", cosa que yo juzgaba imposible; así que, desde ahora, ¡fuera aburrimiento en los viajes!
Por cierto: mi móvil tiene un fallo en su programación, pues cuando le activo el modo vuelo ni vuela ni nada. ¡Éstos de la manzanita están pirados! Please explain: ¡Que alguien me diga de dónde viene la famosa I! Espero que no sea de inteligente, porque la Siri por ejemplo es estupidísima. "Hablemos de ti, no de mí". "¡Es que te odio, Siri!". "Creo que no merezco esa contestación". Anda, apago el móvil.
Cuando acabe este artículo volveré a mi Breve Historia del Tiempo y, tras finalizar, iniciaré feliz "Cien preguntas básicas sobre la ciencia y luego "El ladrón de cerebros". ¡Por mis huevos...! Hala: por mis ésos que aprendo ciencias, aunque sea a nivel primario! Me lo ha pedido mi adorado Stephen Hawking y se lo debo. Voy a ser toda mi vida ignorante, mas lucharé contra ello en lugar de resignarme a la mediocridad autocomplaciente.
Pero vayamos al asunto que me traigo entre manos últimamente y que me intriga aún más desde los años de depresión: ¿por qué una persona puede llegar a quedarse vacía por dentro, aunque no sufra dolor físico, hasta el punto de desear, ansiar e incluso perpetrar su propia muerte?
-¿Por qué te ocurrió a ti?
-¡Ah, ya has vuelto! Pero tú no puedes volar: por favor, por favor, no quiero sentirme responsable de...
-¡Silencio! He venido sólo para que respondas a mi pregunta; luego vuelvo a Cambridge.
-Me pasó porque... Dejé el trabajo; me sentí incapaz; me supe una carga, un lastre para mi familia y amigos y para la sociedad. Estaba convencida de que todos me habían engañado, como dijeron mis colegas: "Te soportamos al principio porque era sólo para un año, pero ahora... ¡Esto es insostenible! ¡Un ciego no puede dar clase a treinta niños videntes!". Traición, traición: antes me querían porque pobrecita cieguecita, mas todo era falso; me atribuían más méritos de los que...
-¿Querrás callarte? Llevo un rato intentando que pares y me escuches. ¡Aaaaaay! No has cambiado: no has cambiado: la lucha contigo va a ser muy dura. ¿Qué te pasa? ¿Te has convertido en una cascada de palabras, eres acaso verborreica? ¿Ves? ¡Ahora te estoy imitando! ¿A que te cansas de escucharme? ¿A que quieres que me calle al fin? ¿A que me desconectarías de buena gana por unas horas? ¿A que...? ¡Pero no: no quería hacerte llorar! ¿Cómo funciona tu química cerebral, si puede saberse, que no hay un día en que no derrames lágrimas? ¡No se puede sufrir tanto en ésta la vida que tenemos: única e irrepetible! ¡Vas a perder demasiado el tiempo! ¡Ay, ay, ay: no sé qué hacer! Veamos, veamos...
En mi época infantil, cuando un niño vertía lo que era considerado como lágrimas de cocodrilo, solían espetarle sus mayores: "Te voy a pegar para que llores de verdad". Yo no lo hago porque no puedo y porque no quiero, va contra mis principios. Sin embargo... ¿Sabes que un bofetón a tiempo rompe ataques de histeria? No, tu llanto no es histérico; más bien de autoestima: crees que no te acepto o que estoy enfadado contigo. No, no respondas: lo sé. Quería decirte que conozco toda esa historia de la depresión, y los demás lectores también: por activa, por pasiva, por pasiva refleja y por perifrástica. No es necesario que gastes energía en repetirla; energía y ánimo. Cada vez que lo revives te alteras; lloras; te afecta: ¡y no es justo! ¡Ya está bien! Han sido cinco años en esta última crisis y nueve en toda tu vida. ¿Sabes lo que significa eso? Oh my darling! Ahora voy a llorar yo: ¡lo consigues! Espera: un cuarto de tu joven vida: de tu vida entera contando los periodos de inconciencia infantil y de ingenua niñez. ¡Es demasiado! ¡Un cuarto de existencia con depresiones! Vamos: déjalo ya. Me has presentado los motivos que a ti personalmente te inddujeron a querer morir. Son perfectamente válidos: pensabas que no ibas a poder disfrutar nunca; que sufrirías de por vida en el plano emocional; que eras una carga y una retrasada mental. Mírame; mírame; mírame ahora y responde a esta pregunta. Tómate tu tiempo, todo el del mundo: no tengo prisa. A ver: si te encontraras con un discapacitado, retrasado mental, dependiente por su problema, totalmente dependiente incluso... ¿Me sigues? Pongamos por caso... No sé, un chico con cociente intelectual de 40, aunque yo no soy nada partidario de tales mediciones, pero por acotar de algún modo el ejemplo. También un autista: un autista con parálisis, que fuese en silla de ruedas, o un paraítico cerebral que apenas pueda comunicarse y dependa de todos. Mírame, por favor; y responde: si encontraras a esa persona, ¿pensarías que merece ser aniquilada?
-¿Quéééééé? ¡Me ofende muchísimo que creas eso de mí! ¡Ni que yo fuera una nazi! ¡Por favor! Ahora estoy enfadada: muy enfadada. Entonces, según lo que afirmas, crees que yo pienso que hay gente de primera y de segunda, y que los improductivos deben morir para no estorbar a la sociedad, y que tú por ejemplo tendrías que ser eliminado porque cuestas mucho dinero, y que los retrasados mentales son un lastre, y que...
-¡Para; para; para; para; para; para! ¡Socooooooorrooooooooo! ¡No lo soporto! Y el problema es que no puedo salir corriendo. ¡Por favor: enfermera, querida enfermera! Pero no, no... ¡No, no ocurre nada: gracias! Bromeaba con esta amiga; no, no. Puedes irte, querida. Déjanos solos un rato; espérame en la cafetería. Le diré a esta chica que te busque. No: no estoy en peligro: no, no. Sí, no te preocupes. ¡Aaaaay! Y con la tontería hemos perdido ya tanto tiempo... Perdido o ganado, no lo sé bien: todo depende. Pero tú, querida; que voy a dejar de quererte como sigas así, voy a dejar de quererte en broma, claro. Tú, incansable: ¡Aaaaaay! ¿Te cuento un secreto? ¡Tampoco yo me canso! Por eso nos llevamos tan bien. Mas ahora tengo una pregunta: ¿no te agotas de tanto llorar? ¡Oh; oh; oh! ¿No quieres hablarme? ¿Estás realmente enfadada? De acuerdo, escúchame pues: por última vez. Luego me iré para siempre y no volverás a verme. Sólo un cuarto de hora de conversación al ritmo normal del resto de mortales; al nuestro... ¡No quiero ni pensarlo! Da igual, el tiempo es relativo. Relájate, siéntate correctamente: ¡siempre estás encorvada: pareces una gamba! No contraigas así el gesto. No te balancees. No cierres los puños, por favor: es agresivo. Escondes mucha rabia dentro de ti y no sé por qué.
Yo no he dicho nada; nada; nada; nada; absolutamente nada de lo que me atribuyes. Has inventado una historia al completo. Sólo he planteado una hipótesis de trabajo para llegar adonde quiero llegar. Es mi método, y creo que el mejor. ¿Conoces la mayéutica? Sí, tú eres una chica instruida. No voy a pedirte que no llores; es una obviedad: si continúas derramando lágrimas es porque de algún modo lo necesitas. No voy a ofrecerte un pañuelo porque no puedo dártelo. Sí, soy descortés: lo siento. Acércate, por favor, y mírame por última vez, si es ése tu deseo, que no el mío.
-Imagina que ni tú eres tú ni yo soy yo. Desde ahora te llamarás A. A encuentra a B: una persona con problemas y que supone una carga para la sociedad y su familia. Bueno, eso bajo su distorsionado punto de vista. La persona no experimenta dolor físico: nunca podrá aprender mucho por su retraso mental y siempre será dependiente por su parálisis. ¿Pensarías en algún momento, querida A, que B es innecesaria, basura? ¿Que ha de ser eliminada?
-¡Te odio!
-Gracias. Eso quiere decir que no se te ocurriría ni por asomo, y yo lo sé. Ahora prepárate: esto es más difícil.
B es una persona muy inteligente y muy capaz; miembro del club Mensa [Guiño]; amante de la música y la naturaleza; sensible; humana: ¡todo un ejemplo de bonhomía! Un día B se encuentra con A, que eres tú en esta hipótesis. O sea, que no eres tú. No tú en la realidad. Tú en tanto A, la del ejemplo de arriba.
A dice a B que se quiere quitar la vida porque se ve inútil: ¿qué haría B?
-Ayudarla.
-¡Ya, obvio! ¿Y cómo?
-No sé. Le daría amor, comprensión.
-¿Y si A no quiere ser ni amada ni commmprendida?
-Lo seguiría intentando.
-¿Cómo?
-No sé: no conozco ni a A ni a B.
-A A sí la conoces porque fue creada a tu imagen y semejanza. Dime: ¿qué harías tú si tú fueras B y encontraras a A?
-¡Me estoy liando: siempre tan complicado! ¡No te soporto! Si yo fuera B... No lo sé, ¡no lo sé: ¡déjame!
-De acuerdo: haz el favor de llamar a mi asistente. La cafetería está saliendo a la izquierda; te orientarás por el ruido.
-¡No, no, espera! Si yo fuera B... Lo primero... La abrazaría.
-¡Muy bien! Y A no siente emociones. A A no le llega tu abrazo.
-La abrazaría otra vez.
-¿Y luego?
-Hm: le cantaría una canción.
-¡Qué tierna! Por eso sufres: una sensibilidad hipertrofiada. Mas volvamos a lo nuestro: ¿quién te ha dicho que A tiene ganas en este momento de que le cantes?
-Antes le preguntaría si tiene ganas.
-A ver; yo soy A: ¡Déjame en paz! Sólo quiero morir.
-Hm... No, ¡espera!
-¿A qué?
-A que... A que te cuente una historia.
-¿Te crees acaso Sheresade en versión un poco sui generis? Además no tengo ganas de escuchar historias.
-¿Quieres dar un paseo?
-¡No! Quiero morir: ¡ayúdame a morir! Me harías felicísimo.
-¿por qué?
-¿Quién eres tú para preguntarme eso? Mi vida es mía y sólo yo tengo derecho a gestionarla. Nadie me pidió permiso para traerme al mundo: ¿a quién le he de rendir cuentas ahora para dejarlo?
-Hay gente que te quiere.
-Ellos me querían como era yo antes; ahora ya no, porque voy a estar siempre sufriendo. Voy a ser una carga. No merezco el cariño de nadie.
-Yo te quiero.
-¿por qué me quieres? ¡Porque estás engañada! ¡Porque me miras con otros ojos! No quieres ver la realidad.
-La realidad es relativa.
-¡Ajajá! ¡Ésa es buena, my dearest! Perdona: B se ha tornado yo por un pequeño lapso de tiempo. Volvamos. B dice: "¡basta de rollos, Déjame en paz!"
-Hm... ¿Puedo darte la mano?
-¡No! Odio que me toquen.
-¿Puedo... Puedo... ¿Quieres comer algo?
-¡No tengo hambre! Quiero morir.
-¿Quieres que abra la ventana para que te entre el aire de la calle? Ha llovido y huele muy bien.
-¡Que noooooooooooooooooooo!!! ¡Vete de mi casa y déjame morir. Si eres mi amiga has de respetar mi voluntad.
-¡No tengo derecho a matarte!
-No vas a matarme. Vas a dejar que cumpla mi deseo.
-112; 112. ¡Hola! Lo siento, hay un peligro inminente. En la calle ... número ... hay un potencial suicida. Vengan cuanto antes, por favor: ¡les suplico! ¡Ayúdenme; es urgente! ¡Tengo miedo!
-¡Bravo! Seamos ahora nosotros; los de antes: ¿por qué en la hipótesis de trabajo has salvado a A, hecha a tu imagen y semejanza, y en la realidad no querías salvar a esa parte de ti que representa A? Pues yo me he limitado a repetir tus pensamientos de entonces: los habrás reconocido, por little person.
-Porque...
-¡Ay, qué perezosa eres! Cuando no quieres pensar lloras y así a mí me da pena, te soluciono la papeleta y encima te mimo. ¿Qué decía tu sobrina con seis años? Ah, sí: que no eres ciega, sino que te haces la ciega para que te quieran. ¡Oh, madre mía! No sé qué hacer contigo. ¿Por qué te has salvado?
-¡No lo sé!
-Yo sí: porque en el fondo no querías morir. ¡Claro que no! Buscabas desesperadamente ayuda; una ayuda que no encontrabas. Ansiabas un guía; unas pautas para reconducir tu lacerada conducta; un nuevo y positivo enfoque: una mano amiga en definitiva; como la mía ahora, ¿cierto?
-¿Yo soy tu amiga?
-¡Ay, Galileo: ¡ayúdame! ¿Qué hacemos con ella? ¡Me exaspera! ¿Por qué preguntas eso, y por qué redoblas el caudal de tu llanto?
-¡Te he dicho cosas horribles!
-Y yo a ti, ¿no es verdad? Así que, en paz.
-¿Estás disgustado conmigo?
-No, no; pero tienes que ser mejor alumna en el futuro: ¡no haces los deberes! Para mañana te encomiendo los siguientes, querida escolar:
1) ¡ESCUcHar MÁS Y HABLAR MENOs!!! Por favor; por favor: ¡hazlo!
2) ¡TOLeRANcIa! Has de comprender al otro aunque no estés de acuerdo con su forma de pensar.
-¡Eso lo hago!
-¡Maldita sea! ¡Calla: no he terminado!
3) ANALIZAR las situaciones antes de inventar tu propia historia y actuar en consecuencia con algo que sólo está en tu cabeza. También tuviste unos fantasmas durante tus crisis que te anularon; aunque no fuesen reales: ¿me equivoco? Creías estar defraudando a todo el mundo: ¿verdad? Dejémoslo, por favor; y deja tú de llorar: my goodness!!! ¡Uuuuuuuuuffffffff! He perdido el hilo.
-Pero, ¿me quieres aún?
-¡Qué idiotez! Perdona: ¿por qué preguntas eso tanto? ¿Tienes dudas del cariño de los demás o es que precisas un reconocimiento constante?
-Las dos cosas, o... Es que pienso que no valgo y por eso necesito que me digan que sí.
-Nadie tiene que tasar lo que vales. A ver; Rocío al peso: 54 kilos de estulticia. ¿Te gusta así? ¿Quieres ser una mercancía? ¿Como los esclavos? ¡Aaaaaay: qué nazi eres contigo misma! Si te odias, nunca podrás querer a los demás.
-No... No sé qué decir.
-Pues no digas nada: acércate a mí. Dame la mano. ¡Eso es! ¿Olvidamos nuestras diferencias? ¿Dónde tienes el off de las lágrimas, criatura? ¡Basta, te ruego; así es dificilísimo! Me voy.
-¿Dónde? ¿Qué hora es?
-Para ti un cuarto de hora más tarde. Para mí...
-¿Qué dices? ¡Estás más loco de lo que yo pensaba.
-Y ahora, eminente psicóloga, yo tendría que ponerme a llorar y a decir que nadie me quiere: ¿verdad? ¡Pues no: no lo haré! Tiene que darte igual si los demás te aceptan o no mientras que tú trates de hacer las cosas bien y de no dañar a nadie.
-Gracias, profesor Hawking.
-Cuando cuente tres dejarás por fin de llorar, o me enfado de verdad y para siempre contigo: one, two, three. ¡Basta! ¡Brava, buen control! Sigue con tu crónica. Nos veremos pronto.
-¡Profesor Hawking! ¿Cómo...?
¡Se ha volatilizado, no está! ¿Cómo lo ha hecho? Sigo con lo mío en un tercer capítulo. El professor Hawking me ha interrumpido
Teléfono de la Esperanza.
Línea centralizada (España): 902500002. Sin coste para el usuario: deriva a las sedes provinciales.
John Dowland: Lachrimae..
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Poco más que decir, lo que pienso ya te lo dije en la entrada anterior.
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